martes, 13 de agosto de 2013

Cerrado por vacaciones (hasta el día 1)

No mido el paso del año por cada una de las hojas gastadas del calendario de mi cocina: es el cambio de curso escolar lo que realmente mueve mi ciclo biológico. Un año nace en septiembre y muere en junio, para ir renaciendo poco a poco en julio y agosto, con la cadencia de las lecturas que se fueron quedando pendientes. 

Me voy de vacaciones, unos días. Para recargar baterías -del móvil, del portátil, de...- y encontrar ilusiones con las que alimentarme en septiembre, cuando vuelva a abrir las puertas blancas de las aulas que me asignen en el instituto. 

Espérame.



     

lunes, 12 de agosto de 2013

Cuatro años juntos (ya)

Querido lector, lectora, amigo ocasional, llegues o no tras trastear en la Red, me conozcas por las redes sociales o estés aquí porque te confundiste al teclear otra cosa...

Gracias. Cuatro años de blog.

    

sábado, 10 de agosto de 2013

Cenicienta es Niña Pequeña.



Esto es un sueño hecho realidad -dijo Cenicienta, girando sobre sí misma, admirando su reluciente vestido moteado de brillos bajo la luna llena. 

-Pero recuerda, jovencita, que deberás regresar antes de la medianoche -el hada madrina la miró severamente, la varita mágica aún recta y desafiante tras el hechizo-, pues todo volverá a ser como antes. 

En otro lugar, más tarde, en otro mundo... 

-Gracias, ¡graaaacias! -casi chilló Niña Pequeña cuando Él le dio permiso para ir al baile de fin de año-. ¡Es un sueño hecho realidad! -se echó en sus los brazos,
rozando apenas su mejilla con los labios.

-Pero recuerda, jovencita, que deberás regresar como tarde una hora después de medianoche -casi le reprendió Él, todavía poco convencido de su última decisión-. Mañana seguirán siendo las cosas como antes.

 

jueves, 8 de agosto de 2013

La mejor prueba de afecto.

Muerte agarró casi por sorpresa. Sería necedad o mentira o todo a la vez o locura o insensata esperanza, si dijera que no esperaba la noticia, y ahora la ausencia duele un poco cuando veo su foto en mi estantería, rodeados todos por esa atmósfera de los que viven lejos y se reencuentran -cuchicheos, abrazos, buenas palabras, planes de bienvenida- un tiempo breve para ponerse al día y esperar a la siguiente vez de otra visita. Podría decir que fue una lucha que viví desde la distancia que separa un teléfono de otro, 663 kilómetros, sin querer ver que él ya había escrito su dedicatoria final. 

TíoAdolfo está ahora en el mejor de los lugares posibles.

    

viernes, 2 de agosto de 2013

Leer para vivir mis otras vidas.

Él está en tierras leonesas, que es como decir más allá de las montañas, pero entre ellas y la meseta, acompañado por Niña Pequeña, porque un hidalgo no va sin escudero. 

Y a mi me queda el silencio, la botella de agua muy fría en la mesa, sin que nadie la mueva, la aparte, se la reserve o decida saciar su sed con agua ajena. Con la ausencia de Él y de ella el reloj transcurre más lento y más sonoro, así que decido buscar refugio seguro en alguna de mis promesas veraniegas, aquello que dije que haría sin falta, porque es urgente descansar de otros y volver a uno mismo. 

Estos días, sí, sólo leo y estoy viviendo otras cien vidas distintas.