sábado, 31 de marzo de 2012

Negrevercarruaje.

Empatizo con el torpe alumno de autoescuela con el que me he cruzado hoy más allá de la primera señal de ceda, junto a mi casa. Siento yo también, como si fuera propia, su sensación de descontrol ante el salpicadero del coche, una especie de Apolo XII con cuatro ruedas que parecía mucho más bonito desde fuera, pero que se ha convertido en una máquina a domar una vez sentados, él y yo, detrás de su volante negro y frío. Ayer Él forró con gomaespuma y cola de contacto las esquinas de la columna de la plaza de aparcamiento.

- Ya está, Negre -afirma él, mientras recoge sus trastos: el bote de cola, brocha, cuchilla.

Le miro silenciosamente. Niña Pequeña da vueltas alrededor de la columna.

- Mamá, ¿y vas a conducir tú y no el abu?

Reestreno estos días mi carnet de conducir, prácticamente impoluto desde la última vez que lo usé, hace siete años.

jueves, 29 de marzo de 2012

martes, 27 de marzo de 2012

Abajo los deberes, viva la libertad.

Ya está. Saltó la noticia, aunque de forma esquinada, en el telediario de la noche, y antes de los deportes -que es, seguro, lo que más interesa a los espectadores-; deportes que dice Él que es, más bien, "el deporte", ya que sólo se habla de fútbol.

Pero vuelvo a la noticia. Mientras tecleo las últimas anotaciones en las calificaciones de segunda evaluación de mis alumnos, escucho de fondo las palabras mágicas asociación de padres de alumnos, consigna secreta, palabras clave que abren mis oídos, ya que inmediatamente habrá unas sabias palabras referentes al sistema (des)educativo español.

- Deja, deja -le digo a Él-, a ver qué dicen, no cambies de canal.

La Asociación de Padres de Alumnos de Francia acaba de considerar que el que los escolares hagan deberes fomentan las diferencias sociales e impiden hacer otras tareas por las tardes.

Toma ya.

Y, ni cortos ni perezosos, porque en este país somos así, con solera, con bravío, con un par, vaya, la Confederación española de Padres de Alumnos se plantea que, mira, oye, que en el país vecino, igual es que ahora tienen razón. Que tantos siglos luchando contra los franceses -y si no, que se lo digan a los del Tratado de Utrecht- nos ha creado una especie de simbiosis y que sí, hombre, que a ver qué es esto de que los alumnos tengan que hacer deberes por las tardes, que no pueden hacer otras cosas -lo que le debe de pasar al hijo de mi vecino, pobre, que de tantos deberes no puede jugar a la consola, y el chico así está, desmotivado perdido.

Dejo de teclear, víctima de la estupefacción. Escucho atentamente: en la pantalla un joven moreno, treintañero tal vez, seguramente padre, que esto es que da mucha sabiduría escolar, afirma que, si los niños desarrollan al cien por cien sus capacidades en las clases, no les es necesario trabajar en casa. Otro padre, a puerta de colegio, dice que no está capacitado para ayudar a su hijo, y una paciente madre afirma que son dos horas de trabajo por la tarde, y que, hombre, que una se cansa. Mi estupefacción se convierte en ardor guerrero cuando escucho la razón diferencial de los deberes, que no me había quedado muy clara -yo es que a estas horas de la noche, como que ya no rijo, vaya-: hacer deberes acentúa las diferencias sociales porque no todos los niños saben o pueden hacerlos. Ergo, que no se hagan, digo yo.

Pero, ¡qué digo! Pues que no se hagan. Es más, que sí, que los franceses tienen razón, y que estos padres españoles, agarrándose orgullosos al mástil de la bandera de la defensa escolar, emulando a los héroes clásicos, asumiendo para sí toda la casta española, tienen más razón de un santo: si no todos los niños pueden o saben hacer deberes, y si los papás no tienen los conocimientos -imagino que tampoco el tiempo- para ayudar a hacerlos -o hacerlos, sin más, que lo sé yo de alguno-, ¡pues que no se hagan! ¿Para qué fomentar el hábito de trabajo en los infantes, en su casa? ¿A santo de qué potenciar desde casa que se asienten los contenidos explicados en clase? ¿Por qué obligar al pobrecito a tener que llegar a casa y no poder disfrutar de su consola, de su televisión de la habitación, o de estar en la calle, que me molesta en casa?

Que no me enfado, ¿eh? Que estoy aquí pensando ahora la cantidad de horas dedicadas a la preparación de tareas para mis alumnos, a los fines de semana ocupados a veces en exclusiva a programar trabajos, y en las muchísimas tardes planteadas sólo en corregir... Pues que va a resultar, así, por encima, que vamos a salir todos beneficiados: los padres, contentos porque tienen al niño distraído en otras cosas y ellos, sin tener que estar en el salón con el chaval, los alumnos, porque total, con potenciar sus capacidades en clase, ya les vale, y los profesores, tan a gusto, porque como ya no habría que estar la jornada extra en casa poniendo notas... Igual hasta mejora las relaciones sociales entre estos colectivos, se arregla la conflictividad social y hay mejor ambiente en las clases.

Pero, ¿cómo no se nos había ocurrido antes?

lunes, 26 de marzo de 2012

Marimandoneando.

Papá -llama Niña Pequeña.

Él se vuelve; se ha puesto su delantal de cocina negro y está en pleno estudio de la preparación de un budin de chocolate. Niña Pequeña está recogiendo sus juguetes, que hasta hace unos minutos amenazaban desde el umbral de la puerta con conquistar el salón.

- ¿Hum?

- Eres un marimandón -dice ella, sonriendo, los ojos brillantes. Lo de enviar a sus tropas de juguetes a la retaguardia no le ha debido de hacer mucha gracia.

- ¿Yo o todos los papás y mamás? -pregunta Él, siguiéndole la broma. Tienen los mismos ojos brillantes cuando deciden no hablar en serio.

- No, los papás. No. -se rectifica-. Tú.

- ¿Yo solo?

- Sí. Mamá no es una marimandona.

Tecleo. Alguien tenía que pedirse el papel de malo en esta película...

jueves, 22 de marzo de 2012

Tío, lo he conseguido.

El alumno del lateral izquierdo, casi al fondo, lo ha conseguido: ha sacado de sus casillas a la profesora, es un machote, un fenómeno social, lo ha logrado, ha alcanzado su objetivo vital de hoy. En este día, Inspección mediante, ha obtenido su mejor calificación:

- Tío, ya lo he conseguido -le dice a su compañero-, ¡ya estoy fuera!

Molesta, grita por el pasillo, intenta entablar conversación con el otro, que se quedó dentro -pobrecillo- con el cristal de la ventana de por medio. Golpea los azulejos de la pared, se sienta y se levanta varias veces, supongo que para desentumecer los músculos, encerrados en vaqueros azules que no puede lucir. El borde gris de unos calzoncillos asoman por el borde del pantalón: la última moda, al estilo del tonto del pueblo de toda-la-vida...

- Tío, tío -llama-, ¡vamos!, ¡que te echen de una vez!

¿No podría plantearse alguna sesuda señoría de que, tal vez -sólo tal vez-, determinadas personas no pueden -no, no, que no pueden- estar en un centro educativo?

domingo, 18 de marzo de 2012

Dar de baja mi modem USB...

Buenas tardes -me responden al otro lado del teléfono.

- Hola, buenas tardes -digo yo, pertrechada con bolígrafo, papel, la última factura del teléfono, la de la conexión a internet, el papelito rosa del técnico del ADSL y el número del modem USB. Fijo que me piden todo...

- Dígame en qué puedo ayudarle...

- Verá -comienzo, extrañándome de tanta amabilidad y sabiendo que no conducirá a nada bueno, que lo estoy viendo-. Tengo con su compañía Popistar un contrato de conexión modem USB y quería darlo de baja.

- Si es tan amable de darme su nombre, DNI, motivo de la baja,... Por seguridad -me dice la amable señorita, y otra vez la amabilidad de marras...

- Claro, claro, sin duda -digo, mientras aporto todos los datos. La amable señorita me indica que me va a pasar a la sección de bajas para tramitar mi solicitud.

- No se retire, Negre.

Voy recogiendo la mesa mientras tanto, pues la esquina superior derecha del papel está ya llena de dibujitos, hechos inconscientemente mientras daba mis datos...

- No se retire, Negre.

Niña Pequeña me pide permiso, mientras, para ponerse uno de mis collares. Él está terminando de enganchar el nuevo teléfono al cajetín que puso el técnico esta mañana.

- No se retire, Negre.

No, si no lo voy a hacer, si soy más fuerte que tú, si yo ya sé que tanta amabilidad no puede conducir a nada nuevo, que soy profesora, oiga...

- Hola, buenas tardes, soy Zutano, de Popistar, y estoy para ayudarle. ¿Qué puedo hacer por ustad? - me dice una voz masculina con acento extranjero. Debe de ser que mi llamada ha sido traspasada ya a otro continente, donde los contratos serán más baratos, el pago a la Seguridad Social inexistente y alguien sin escrúpulos ha podido contratar a un modesto padre de familia numerosa, dispuesto a trabajar a estas horas y en vísperas de puente...

Le explico de nuevo el caso al amable señor -qué amables son en esta compañía, por Dios. Nuevo control de seguridad, DNI, causa de la baja,...

- Ya, mira, si es que yo entiendo que es tu trabajo, si lo sé, de verdad, pero es que no quiero mantener este modem, nadie de mi familia está interesado, no quiero esta oferta que me comentas de 25 euros mensuales a menor velocidad. Si yo sólo quiero darlo de baja...

- No se retire, Negre.

Que no, que no lo voy a hacer, si es que esto es como un juego de pistas o una gymkana de las que montaban en mis campamentos juveniles. Ya por curiosidad mantengo mi brazo apoyado por el codo, en el borde la mesa, mientras Él me indica que el teléfono ya funciona y que lo ha estrenado llamando a su madre, que no le reconocía porque, claro, el número era nuevo y ¿desde cuándo tienes fijo, niño? Ya, si es que esto de la tecnología... No, no me retiro, no se preocupe, si todavía no se me ha caído la mano y el codo está aquí bien firme, si casi tengo preparado el cojín y Él me ofrece el manos libres de su teléfono, por si esto se alarga, que es como una partida de caza del zorro y una búsqueda del tesoro. ¿Has visto la plancha que hay que hacer? No, no me retiro, gracias, sí, muy amable...

- Hola , buenas tardes. Soy Mengana, de Popistar, y voy a hacer todo lo posible por ayudarle. ¿Qué puedo hacer por usted? - Me imagino, al oirla, que la primera amable señorita estará sentada al lado de esta otra, le habrá pasado un papelito al señor de antes, que habrá dado un sorbo a su refresco, mientras comparte galletitas de cereales y coco con esta tercera. Si casi puedo oir en el murmullo del fondo a la primera...

- Hola, sí, soy Negre. No, no quiero mantener mi modem USB, gracias. Claro, claro, darlo de baja, eso es, sí, estoy contenta con Popistar, llevo ya varios años.

- Muy bien, Negre. Pues apunte los datos que le voy a dar, sí, tiene que enviar una carta a esta dirección, con lo que le voy a indicar...

- ¿Una carta? ¿Y no puede ser un fax, oiga? -es que casi me he emocionado: ¡una carta! ¿Una carta? Madre mía, en la era de la tecnología, ¿todavía venden sobres, sellos, existen aún los buzones?

- Sí, una carta. En 48 horas laborables le habremos dado de baja el módem USB. Claro, puede ser por correo certificado.

- Vamos, que este mes, a las fechas que estamos, y me dice usted que no puede ser un fax, voy a pagar dos veces por el mismo servicio, ¿verdad? -le comento. El silencio al otro lado del aparato me indica que, efectivamente, Popistar ha decidido que mis muchos años usando de sus servicios van a ser devueltos, eso sí, con mucha amabilidad, en forma de una doble factura por el mismo servicio y el mismo mes.

Menos mal que me han indicado amablemente, muy amablemente, lo de escribir una carta -¡una carta!-, que casi echo a llorar de nostalgia...

jueves, 15 de marzo de 2012

Carta a Maruja (19) en Negrevernétika.

Nueva carta a mi vecina Maruja en Negrevernétika, pinchando aquí. La pobre, que la están llenando de disgustos en el colegio por su niño... Si es que casi, casi, me da pena y todo...

lunes, 12 de marzo de 2012

Carta a Maruja en Negrevernétika.

Una nueva carta a mi vecina Maruja, en Negrevernétika. Podéis leerla pinchando aquí. Es que está ella preocupada, preocupada, por sus hijos, vaya, y me llama con frecuencia; claro que la pobre no puede localizarme (y eso que le he advertido que yo doy clase toda la mañana, pero las urgencias, son las urgencias...).

Enlace

domingo, 11 de marzo de 2012

11-M

Aquel día había huelga en la Universidad en la que estudiaba mi hermano, creo recordar, de forma que no pudo llegar a la estación de Atocha a aquella hora, como todos los días.

El padre de mi amigo, casualmente, aquel día había ido en autobús a trabajar.

Un amigo australiano me escribía en su madrugada, tras recibir la noticia.

Un compañero de la Facultad vio entrar en la estación el tren maldito.

En la estación de tren del Pozo, uno de los heridos era un conocido.

En el colegio, aquel día, se trató de tranquilizar a muchos alumnos, pues varios padres y madres iban en tren a trabajar, como siempre.

Y una compañera sentenció:

- Hoy debería haber sido el Día de la Paz.

jueves, 8 de marzo de 2012

No soy especialmente feminista, pero...


Dedicado en este día internacional a las mujeres invisibles, a las que no salen en la televisión, ni en los periódicos, ni en la Red (ni en los libros de Historia, que parece que sólo hubo hombres antes de nosotras). A las que sobreviven con sus hijos solas en ciudades y pueblos dejados. A las que, queriendo estudiar, no pueden porque las casan, las venden o las discriminan. A mi amiga, a la que una vez la despidieron porque quería ser madre; a mi otra amiga, que está renunciando a trabajar para poder estar con calidad con sus hijos. A mi ahijada, a la directora de mi colegio, a mis compañeras, a mis chicas de los grupos de Confirmación, a mis alumnas (para que aprovechen y estudien), a Maruja, mi vecina, a las madres de mis alumnos, a las que forman parte del grupo de Madres Solidarias de mi trabajo (a ver qué haríamos sin ellas), a las del proyecto de Kenia de este año, a las que estudian conmigo por las tardes, a las del corrillo de la puerta de cuando salen los alumnos... A tí, si me lees y eres mujer, porque nuestro esfuerzo es el doble y tenemos derecho a defender y rescatar del olvido a las que no tienen voz.

He dicho.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Papá, estoy haciendo deberes.


Es lo que parece. Sí.

La concreción de una tarde de deberes y trabajos por parte de uno de mis alumnos.

Y además, aprueba...

martes, 6 de marzo de 2012

¡Que no soy un robot!

Estimado sr. o sra.:

Yo sé, en lo más profundo de mi alma, que esto forma parte de su trabajo, y hasta el posible que la sombra de su jefe más directo planee sobre su hombro derecho, tic, tic, tac, anotándole

- Este sí. Este no.

No me cabe la menor duda de que hay alguna razón para que me haga esto, pues, como he oído hoy en la televisión, que todo lo sabe, el profesional es usted, el que conoce el trabajo y el que sabe, realmente, las explicaciones del porqué.

Es por esto que respeto profundamente su decisión, a pesar de mis insistentes peticiones, y comprendo también que hasta cabe en lo posible que usted reciba una bonificación por cada vez que tecleo y tecleo sin parar: hay días que no me cabe esperar mucho de este país, donde nos informatizamos hasta el extremo, pero seguimos haciendo copias en papel y llevando nuestras carteras de trabajo de un sitio a otro, llenas y rebosantes.

No quisiera, pues, causarle más molestias de las necesarias, ni que pudiera suponer esta mi petición un obstáculo en su imprescindible trabajo (por lo de asegurarse de la identidad de todos y cada uno de los presentes al otro lado de la pantalla).

Pero, por favor, ¿podría dejar de decirme que mi contraseña no es la correcta, y permitirme abrir mi correo? Ya le he dicho varias veces que no soy el robot de la esquina ni el spam de mi vecino, que no tengo pulsadas las mayúsculas y sí, sí, esa es la respuesta de mi pregunta secreta. Que, por supuesto, la clave es alfanumérica, un complejo sintagma de logaritmos neperianos que no repito de una a otra página. Efectivamente, no tengo ADSL y me muevo por la red de forma lenta y pausada y con paciencia infinita.

A la espera de su pronta respuesta, le saluda atentamente,

lunes, 5 de marzo de 2012

Una dama y su pañuelo.

Ya sé a qué huele a este autobús tan brillante por fuera, bajo los focos de la parada subterránea, de conductor joven y pelo muy corto. Me di cuenta la segunda vez que tuve que subir, mientras sostenía en una mano el libro que me acompañaba y rebuscaba en el bolsillo, con la otra, el abono de transportes. Me vino como una ráfaga la imagen de aquella compañera del Conservatorio, un sábado por la mañana hace más de diez años, cuando comenzaba la clase de Canto y la afonía podía con ella, estrujando en la mano izquierda -era zurda, supongo lo seguirá siendo- un pañuelito perfumado -sí, como de dama decimonónica, aunque no de encajes- y se lo llevaba de vez en cuando a la nariz.

- Es una medicina -me decía, cuando la miraba.

Este autobús huele a farmacia. A cajas y cajas blancas y azules de compuestos químicos y drogas controladas para luchar contra el tiempo, a pañuelito estrujado empapado en mejunje sanador y a limpieza luminosa de quien hace, por fin, la última ronda en el autobús de la noche... Huelo agudo, mentol, verde, al interior del dispensario de las chicas del final de la calle, tan amables que siempre acudo a ellas para mis cajas de paracetamol.

domingo, 4 de marzo de 2012

Igual soy una delincuente.

Lo leía ayer en casa de mis padres: una pareja jienense había sido detenida por, supuestamente, haber retenido ilegalmente a su hija adolescente en casa: la habían castigado sin salir por algún tema de mal comportamiento, la chica se había escapado y había acudido al cuartelillo para denunciar que se encontraba secuestrada por su padre, separado, con la complicidad de su madre. No sabemos el contexto real, la situación familiar -que supongo conflictiva y cercana a una batalla verbal y hasta física entre progenitores y adolescente-, el motivo que llevó al padre a castigar a su hija y un par de variables más.

Visto lo visto, mi vecina de enfrente, debe de ser una potencial delincuente, ya que ha osado más de una vez con castigar a sus hijas sin salir de casa. La del portal de al lado se ha atrevido, en sublime osadía, a no permitir a su hijo adolescente campar a sus anchas por los parterres comunales y recluirlo a su habitación para hacer sus deberes -es más: hasta le quiere imponer a qué Instituto debe ir a hacer Bachillerato, en el colmo de la valentía. Aquí, el de al lado, le ha gritado a su hijo para meterle prisa después del desayuno, que ya le vale, que va a llegar tarde al colegio. Eso sí, conozco a otra familia que, más tolerante ella, no impide que sus retoños acudan al colegio sin desayunar, pobrecitos, que es que no les entra nada tan de mañana... Y no se me olvida: en lo que llevamos de curso, he castigado a dos alumnos a no salir al recreo. Si llego a saber que esto es detención ilegal, me lo pienso dos veces, señor agente.

Por si acaso, recomiendo encarecidamente a los padres de los adolescentes que me estén leyendo que les dejen decidir si salir o no durante la semana, no sea que se esté coartando su libertad de movimientos. Permítanles subir a tope el volumen de sus mp3, que igual les impiden su derecho a expresarse. ¿A qué viene pedirles que se vistan decentemente? Enseñar la ropa interior por la calle es signo democrático de cultura urbana. ¿La lectura? Un elemento retrógado de épocas premodernistas, cuando lo de ahora es conectarse vía red social hasta altas horas de la madrugada -la línea ADSL la paga papá. Por nuestra tranquilidad, a fin de no salir en los periódicos, dejémosles que se conviertan en niños que no quieren crecer...

Ayer, recuerdo, en la tienda de telefonía móvil, el padre preguntaba precios de la Blackberry para su adolescente -el calor cuasiprimaveral permitía que el joven vistiera en bañador, calcetines blancos de caña alta y sudadera deportiva. Mala cara puso el hijo cuando el progenitor descubrió que el teléfono en cuestión estaba destinado a la conexión por internet y se negó, visto el precio, a pagar por el terminal... Por si actúan las fuerzas policiales en este caso, admito que fui testigo de la sensatez última del padre: abandonar la tienda con el hijo a rastras, y sin BB.

Y los asesinos de Marta del Castillo, en la calle... Qué país.